¡Todos somos hobbits! (28-09-2020)

Migala
7 min readSep 28, 2020

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Hay que leer menos Nietzche y más Tolkien.

Durante el podcast nos preguntaban el valor de leer literatura para alguien que sólo leía ciencia o noticias. Respondimos que la literatura responde preguntas distintas, no sobre la verdad del mundo material y circunstancial del presente, sino sobre la naturaleza humana y la vida, independientes del tiempo.

Una buena historia puede mostrar tus propios sentimientos, aunque se trate de enanos y elfos. Las mejores historias que contamos, han sobrevivido en nuestras bocas y memorias porque nos revelan verdades trascendentales, que generación tras generación siguen sin perder vigencia.

Creo que la ficción obtiene este superpoder de su estrecha relación con la filosofía.

Si en un extremo tienes a las noticias de Twitter trazando los interminables vericuetos del presente más efímero, en el otro tienes a la filosofía postmoderna, delineando los difusos bordes de una realidad infinita, en constante vibración, indiferente de los designios humanos e imposible de describir .

Sospecho que ni los escándalos tuiteros de Noroña, ni un vistazo al abismo te ofrecerán información útil para los retos que enfrentarás el día de hoy. Están muy separados de ti en relevancia temporal.

Nietzche se acercaba más al saludable centro de la ficción, pero sin poner sus ideas en contacto con la realidad (excepto en Zarathustra) y sin retarse a sí mismo porque, es momento de admitirlo, el señor estaba enamorado de su propia voz.

y de su bigote

Por eso creo que la mejor ética no se obtiene de la filosofía, sino de la literatura. Porque aún propuestas morales muy superiores a las de Nietzche, como la de Kant (actúa como si cada una de tus acciones pudiera convertirse en una ley universal), se siente alienada de la realidad, le falta carnita.

Paso a disculparme, otra vez:

Hay ideas que se sienten mejor en la cabeza que en la boca, para eso sirve platicarlas, para que el cuerpo y la mirada de nuestros amigos nos revelen cuando estamos diciendo algo que no creemos.

Es peligroso decir cosas que no creemos, o acabaremos creyéndolas y luego actuando en consecuencia.

Me pasó con la idea de la moral del esclavo, de Nietzche, que además era una crítica directa a mi amado cristianismo, fíjate. Qué poder de persuasión el de sus bigotes sajones.

Nietzche propone que la humanidad está dividida en dos categorías y cada una de ellas en dos, como un círculo partido por una cruz.

Están los Grandes Hombres y el Rebaño.

Así les decía él, ¿yo qué?

Entre los grandes hombres estaban los genios creativos: Tesla, Da Vinci, Newton. Esta es la gente que se aleja de la sociedad para encontrar una disciplina digna de su talento y luego le dedica toda su vida a su perfeccionamiento. Se para sobre los hombros de gigantes para alcanzar alturas nuevas para toda la humanidad ya cambio sacrifica todo lo que le habría ofrecido una vida normal.

Superiores a ellos, son los grandes hombres (también mujeres, esta cosa se escribió en el siglo XIX, ok? Sólo te estoy contando el chisme, porfa no me funen).

Los grandes hombres no tienen una disciplina a la cuál sacrificar sus vidas, pero no la necesitan, ni necesitan el amor y la admiración de las multitudes. Son felices con una vida simple porque entienden su lugar dentro de la historia de la humanidad y han construido su propia moral, lo que hace que cada decisión que tomen se sienta cargada de significado.

Y luego está el rebaño.

Los más afortunados de esta categoría son “El último hombre” (o mujer). Víctimas del progreso tecnológico, esta gente ha olvidado su lugar en el mundo y la historia y sólo se dedica a consumir. Su sueño es pasar los días de entretenimiento en entretenimiento, satisfaciendo las necesidades más simples de su panza y sus genitales hasta el momento en que mueran con una sonrisa en el rostro. No creen en nada superior a ellos mismos, por lo que carecen de la chispa necesaria para cualquier tipo de creatividad.

Y debajo de ellos están los esclavos.

El esclavo es una criatura deforme y enferma, víctima de la vida, no puede existir sin dolor constante. Sin moral y sin significado, el sufrimiento eterno de la vida le parece injustificado y por eso vive con un resentimiento constante, con odio por todos aquellos que no odian la vida como él. Su objetivo no es construir, él quiere quemarlo todo porque el solo acto de existir le parece abominable, en él y en otros.

Pero, débil y fallido como es, su única esperanza de poder está en las masas. Así que se sacrifica a las masas, se hace una con ellos y juntos imponen la voluntad del rebaño, su moral de esclavo, sobre los grandes hombres.

Eso decía Nietzche y, si eres un ególatra recién funado como yo, de pronto su horrible perspectiva de la realidad tiene mucho más sentido.

Porque mira la arrogancia: Contar esta historia en público implica que “yo te estoy contando esto porque soy un Gran Hombre” y pues eso es una mamada.

No creo que la realidad sea tan simple.

Me gusta más el panorama de la realidad que pinta la Tierra Media.

En un extremo, lejos, muy lejos del origen del mal y el caos, están los hobbits.

Los hobbits son tu ciudadano de clase media promedio: viven en paz, atienden sus cultivos, celebran fiestas y, en general, no molestan a nadie.

Claro, hay hobbits a los que esta vida les es insuficientes y sueñan con salir a la aventura, pero pueden darse el lujo de abandonar sus sueños y vivir en paz, porque esa paz les fue obsequiada a sangre y hierro.

Porque afuera de la Comarca cabalgan los Montaraces. Estos son reyes que han sacrificado su lugar en la sociedad para proteger los pequeños rincones de paz y de belleza de todo el caos a su alrededor.

Y luego están los distintos reinos, que parecen más como reflexiones acerca de la civilización humana.

Los elfos, extremadamente complacientes en sus artes mágicas y su gloria pasada, me recuerdan mucho al Último Hombre, de Nietzche. Sus mejores años ya pasaron y ahora son una raza en decadencia, que ni siquiera planeaba ayudar a salvar la Tierra media.

Los enanos, aunque se odien, son muy similares: comodísimos en sus artes tecnológicas y en el oro acumulado durante milenios, decidieron encerrarse en sus minas a morir de viejos mientras el mundo arde.

Es el problema con ser inmortal. La vida es muy larga y la arrogancia muy corta.

Los reinos humanos, aunque mortales, parecen combinar las mejores cualidades de sus vecinos. No son enteramente espirituales ni completamente tecnológicos, así que son insuficientes en ambas áreas y esto los mantiene en constante movimiento, dinámicos, activos.

Pero hasta los humanos son vulnerables, por la jerarquía de sus instituciones, a la degeneración de sus gobernantes.

En Rohan, el rey se ha infectado de una ideología malvada y en Gondor el rey ha caído en una locura genocida. En ambos casos, la única solución es un mago.

Aún no sé qué representan los magos. No creo que sea un tipo de ser humano, un individuo, porque son inmortales. Creo que representan estas figuras proféticas (a la Nietzche o Jesucristo), que hablaron de verdades trascendentales y nos advierten de nuestro propio futuro. Cambian de colores, pero eso no habla de su moral, sino de su poder.

Hasta Saruman el Blanco fue usado para los oscuros designios de Sauron, igual que una cruz dorada en la corte de la Inquisición.

Del otro lado del mapa está el caos. Sauron, la encarnación del innegable aspecto malvado de la humanidad, ha transformado a los seres más formidables de la Tierra Media, a los elfos, en orcos. ¿Qué crees que podría hacerte a ti?

Tolkien describe a los orcos como seres grotescos y crueles, que disfrutan el sufrimiento ajeno y asisten por entretenimiento a ejecuciones públicas, sólo por ver algo morir y sentir que lo mataron ellos. Antes de dejar Twitter, odiaba leer la conversación popular porque me imaginaba que todos nos estábamos convirtiendo en orcos.

Pero este mapa de la humanidad existe dentro de todos nosotros, como un modelo del sistema del cual todos participamos. Si te esfuerzas y lo sacrificas todo, apuesto a que la historia podría convertirse en un mago.

También conozco a individuos que se han convertido, a su propia escala, en su propia area de influencia, en su propio Sauron.

Pero si estás leyendo esto, desde la comodidad de tu casa, o en tu oficina, en una conexión a internet estable, en una sociedad sin guerra, con agua y luz y en una vida de relativa paz, tengo noticias para ti: tú eres un hobbit.

No te preocupes, yo también. Es mi apodo.

No tiene nada de malo, aquí nacimos, en la comarca y el mundo allá afuera es brutal y peligroso.

Yo también tengo sueños de aventura, pero no los persigo con tanta vehemencia, porque la vida es azarosa y el destino caprichoso ya veces la situación del mundo se vuelve tan desesperada que el único que puede quemar el anillo es un hobbit.

Y eso me llena de esperanza, que hasta el más débil de nosotros pueda derrotar al mal más poderoso.

No te conozco, amado lector (o lectora, pues.)

No te conozco, “dear reader”, pero apuesto a que tú también puedes, si te lo propones, salvar a la Tierra Media.

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Written by Migala

Desde tiempos de Sócrates, el deber del filósofo ha sido corromper a la juventud.

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