Hoy en el podcast hablaremos acerca de la familia. Casi no estudié, me pasé toda la semana en las montañas de Oaxaca, tratando de ayudar a una amiga a la que considero como tal.
Otro día les cuento la trágica imposibilidad de salvar a quien no quiere ser salvado, cuando haya terminado de procesarlo. Hoy quiero hablar de ese lugar en la montaña, donde descubrí que el horizonte sí existe y que las cosas más preciosas de este mundo no se pueden medir.
Cuando los Quadris y miopes economistas del mundo hablan de estados como Oaxaca, lo hacen desde sus oficinas recién limpiadas por la muchacha, oliendo a pinol y de frías paredes de cristal espejeante. Lo hacen viendo a sus tablas de excel de ingreso per cápita, producto interno bruto y otras cifras que sus ancianos profesores de economía adoraban como al evangelio y, según los números, Oaxaca no vale nada.
No hay comercio, no hay industria, ni siquiera hay Uber. Ni siquiera se te ofrece la libertad de pagarle a una corporación para no lidiar con los locales en tu camino del Airbnb al restaurante.
Del aeropuerto tuve que tomar un taxi para otra estación donde tomé otro camión que se adentró durante 4 horas de hermosos paisajes al vientre más profundo de la montaña. Supongo que hasta a la belleza se acostumbra uno, porque el camión tenía una tele, donde…
